miércoles, 19 de agosto de 2009
"Paleros a la espera"
A las 4am se levanta, hace su desayuno, se baña, se viste y desde la periferia de la ciudad en El Playón baja caminando hasta la Regional. Allí parece no encontrarse una oportunidad de trabajo, nada más que la venta de Q'hubo
y la labor del Tránsito de Medellín que siempre está pendiente de la movilización por la avenida.
Como un ejército armado de palas, desde los barrios altos de la ciudad que se vislumbran desde la Regional. El espacio vacio de la bahía de cemento en medio de ésta comienza a llenarse a las 5am de hombres con palas y zapatos sucios que inician su jornada de trabajo.
Entre la bomba MOBIL, Solla y el cruce de los carros que vienen de Medellín, Copacabana y Bello, como inmersos en una isla en medio de carros está este ejército. Ellos, los paleros, de pie, sentados y con la mirada fija esperan la oportunidad de agarrar una volqueta, montarse, trabajar, ganarse unos pesitos y llevar comida a su casa, o al menos tener para la coca del día después, bien cargada, como la de Uber.
Uber parece tímido, no habla mucho, desmecha con sus dientes una arepa asada. En sus manos sostiene una coca llena de arroz con dos pedazos de salchichón frito, para repartir entre desayuno y almuerzo. De sobremesa un líquido grisáceo embotellado en un termo de agua brisa. No deja de voltear sus ojos de un lado a otro, mientras mastica lentamente esperando un viajecito para salvar el día.
Moreno, de brazos fuertes, ojos negros, pestañas largas y de sonrisa picara es Andrés Felipe García, uno de los más jóvenes del triángulo de cemento ubicado en medio del cruce de volquetas, automóviles, tractomulas, motos y de el que los domingos se apoderan las ventas ambulantes para la ciclovía.
Su mirada se enfoca de nuevo en el reloj, “Yo no me voy a quedar de palero toda la vida”. Andrés tiene 27 años, las manos grandes, con cayos y cicatrices. La pala que usa no se parece mucho al micrófono con el que entona canciones, compuestas a raíz de sus vivencias, las de sus compañeros de canto y sus amigos del barrio.
“It was only a kiss”- The Killers tararea Andrés sentado en una silla con dos troncos de madera y una tabla a lo largo que sostiene aproximadamente el peso de cuatro de los 25 hombres aproximadamente que esperan lo mismo que él. A su lado está Uber, la gorra que tiene puesta no disimula su ojo morado. “Me aporreé bajando arena mojada de una volqueta”.
“A priori” es el grupo de Ándres, una banda alternativa, nacida dos años atrás con la idea de realizar un proyecto musical diferente y aprovechando la pasión por la música, la composición y los instrumentos de este palero. La misma pasión que dice tener para sacar o meter arena a una volqueta. “Si no le cantara a la esperanza, no estaría parado aquí”.
Entre las 5am y 8am Don Álvaro espera en la bomba junto con otros tres compañeros la llegada de las volquetas. A las 9:00am camina desde la bomba hacia la islita. Tres minutos se demora aproximadamente en pasar Solla y el puente de la quebrada. En el triángulo se queda hasta las 4:00pm haya o no tenido viajes previos. “Ayer me gané 100mil pesos en un viaje de noche hasta las 2am”.
La bomba se ve primero para los carros que vienen por la Autopista Norte, pero en la isla hay tres entradas: los que vienen desde Barbosa, Girardota y Bello por la Regional. Los de la Autopista y los que vienen de Medellín hacia el Norte del Valle de Aburra.
Don Álvaro saca de uno de los bolsillos del pantalón de dril limpio y sin arrugas 200 pesos, compra un malboro, mueve su pala hacia el poste, enciende y lentamente deja salir el humo de su boca. Desde hace quince años de lunes a viernes en bus de Copacabana llega hasta la Regional. Antes que la estación Madera del Metro existiera y el mural de vacas que recorren la estructura de Solla, fuera pintado, él ha estado ahí a la espera de un volquetero que acepte darle un viaje en cualquier día de trabajo.
“Por viaje son quince mil para cada un casi siempre vamos en pareja y el pago… varia depende de la hora y del viaje”. Aislados en otra silla improvisada cerca de la quebrada que divide la bahía de Solla, hay cuatro negros. Una camisa amarilla de la Selección Colombia. Un pasamontaña de rayas. Una camándula blanca se destacan entre ellos.
Las cuatro palas inamovibles están puestas al lado izquierdo. Ellos miran el horizonte, sus barrios. Agudizan sus sentidos para reconocer cuando viene su fuente de trabajo y Jefferson trata de adaptarse a su primer día como palero. Está en vacaciones de la empresa de construcción donde trabaja y tiene que llevarle comidita a Marcela y a su hija de dos años. “No podía perder esta semana de trabajo”.
En frente otros cinco hombres, en su mayoría delgados esperan la llegada de la volqueta, allí el campo de trabajo se limita a un solo lado. Por el triángulo hay tres lados de llegada, más oportunidades, más actitud, más habilidad. Como si no estuvieran los tres árboles medianos al interior de la pequeña isla el sol penetra los rostros de los hombres, algunos se protegen con las gorras que llevan puestas. Otros descansan recostados sobre sus palas, con sus pies apoyados sobre ella o con sus manos envolviéndola suavemente.
“Esto es una aventura”. El cuñado de Uber, lo trajo hasta acá hace diez años como su padre alguna vez lo trajo a él después de trabajar antes en construcción. Andrés inició su vida como palero hace tres años y Don Álvaro el más antiguo de los tres lleva quince años en el oficio.
Cloch, freno, cambio acelerador. Cloch, freno, cambio y acelerador. Los ojos de los hombres se alarman, las palas están listas, Camilo termina de vender el vaso de leche para Andrés, se lo está regando por las manos, se limpia en su pantalón. Uno de los negros del frente se para, Andrés camina rápido hacia la calle, los dos se paran a la margen del espacio, levantan la mano, la pala debajo del volcó roza con el metal, las llantas en movimiento. Un salto, dos saltos, la llantas en movimiento Andrés está arriba del volcó, ya no se ve. Hoy sólo necesitan a uno.
El negro camina con la cabeza inclinada y arrastrando la pala hacia la llanta que bordea la raíz de uno de los árboles, saca de la mochila futbolera, una coca, la abre y comienza a comer, “esa no fue la mía”.
“Son mil pesos”. Camilo tiene 17 años está reemplazando a su tío que está en Cartagena, a pesar de la pereza y el sueño que le da bajar desde Zamora hasta acá, ya instalo su carreta con las sandias y la leche que vende a los paleros durante las doce horas aproximadamente que pueden permanecer a la expectativa de la llegada de una volqueta que los lleve a trabajar.
“ No hay nada hoy gracias Don Javier, el desespero lo agarra a uno ”. En el árbol de atrás los dos que acaban de llegar del primer viaje del día no hablan, regresan a sus posiciones, un trapo rojo rodea sus cuellos, el sudor recorre sus frentes y sus mejillas, otra vez esperan pero ahora con quince mil pesos en el bolsillo. El volquetero los regresó al lugar donde horas antes los recogió para trabajar, “si uno es de buenas el volquetero lo lleva a todos los viajes del día”.
Cada cuatro meses la pala pierde su vida útil, quince mil pesos, lo que cuesta un viaje cuesta la pala nueva para seguir trabajando y poder bajar escombros y arena mojada, por lo que mejor pagan los volqueteros. “Unos días uno se hace quince mil, 30 mil, 100 mil o simplemente nada, pierde el día”.
El hijo de Don Álvaro, estudia Artes Plásticas en la Nacional, “la otra semana tengo que pagar 90 mil de universidad y hoy no ha salido el primer viaje”. Dos hijos y una esposa tiene que alimentar el elegante palero. De camisa manga larga abotonada hasta el cuello, pantalón caqui arriba de los tennis blancos, un reloj imitación de plata. Mochila cruzada con una enorme coca de comida y la pala en medio de su pecho, son sus herramientas de trabajo.
“Uno se tiene que echar el volquetero al bolsillo, ellos le dan la comidita”, “tiene que tener sus clientes que lo recojan”. Andrés está en la volqueta de Francisco. Pie sobre la pala, hasta el fondo, recoja saque y meta en el volcó, un, dos, tres…lo mismo, repita y repita. Pacho cuenta el fajo de billetes que tiene en el bolsillo del pantalón hasta la rodilla que lleva puesto, saca dos billetes, diez mil y cinco mil. “Lo más emocionante de este trabajo es cuando uno recibe la plata”.
El viaje fue corto, una hora, un solo palero que para llenar una volqueta de seis metros cúbicos, necesita aproximadamente 1300 paladas “las nuevas máquinas en 2 minutos llenan una volqueta entera y la vacían”.
“Si algún accidente, responde uno y si mucho un volquetero que sea formal le ayuda”. Subiéndose a una volqueta en movimiento, sobre cuatro pares de llantas grandes, listas para aplastar. Viajando en el volcó de manera ilegal. Sacando y llenando las volquetas de escombros con materiales desconocidos se pasa la vida activa e insegura de los paleros. Mirar el reloj, hablar con el de al lado, pensar en el futuro, fumarse un cigarrillo y reírse de los chistes de paleros como Andrés es lo único no peligroso que se hace en este oficio.
Don Uber ya hizo el primer viaje del día en compañía de su cuñado, regresa a la bahía con la intención de hacer el segundo y hasta el tercero para el sustento de sus hijos a pesar que no vive con ellos. Andrés consiguió el primero y quizás único viaje, ya había decidido irse temprano para el ensayo y necesita ducharse antes de salir por la noche al encuentro con su banda musical. Don Álvaro piensa en mañana y el resto de la semana para recoger los 90 mil pesos y que a su hijo no le toque ponerse a palear como él y pueda terminar la Universidad.
"Más que escalar"
Hablar de campeonatos de escalada en Colombia, no es un tema cotidiano y mucho menos conocido, hablando con Alejandro Rivero, y Esteban Vanegas, escaladores colombianos podemos conocer de manera más clara de lo que es y cómo se desarrollan ciertos campeonatos en nuestro país.
Cuatro niveles de dificultad propiamente constituyen muchos de los campeonatos de escalada actuales: novatos, pre-maestros, maestros y élite; estos niveles permiten al participante definir su categoría y participar básicamente con quienes poseerían sus mismas habilidades y conocimientos, dependiendo de la prueba que se vaya afrontar, se usan ciertos accesorios, uno de estos son los zapatos que varían en tamaño y forma dependiendo del tipo de escalada; entre otras cosas un escalador debe usar una bolsa de magnesio, el arnés y los seguros dependiendo de las rutas.
Alejandro con once años de recorrido en este deporte ya tiene medalla de bronce en la categoría élite y en la serie Boulder, mención que gano en Estados Unidos.
Así en Colombia sólo se haga énfasis en campeonatos de fútbol como la Copa Mustang y La Copa Libertadores , en la ciudad de Bogotá se encuentra uno de los más grandes muros de escalada en Latinoamérica, donde se realizan diversidad de campeonatos motivando el entrenamiento de nuevos jóvenes que es su público objetivo; se puede afirmar según fuentes confiables que Gran Pared está capacitado para realizar campeonatos mundiales, puesto que fue construido con las normas técnicas establecidas para este tipo de estructuras.
Pero no todo es color de rosa para estos escaladores quienes han dejado de participar en los Juegos Panamericanos con respaldo del gobierno, pues simplemente este ha negado su apoyo dejando a la deriva el talento de muchos de estos viejos y nuevos escaladores que se lamentan aún del cierre del muro de Belén por parte de la Alcaldía, del dinero que tienen que invertir para poder participar como independientes en los Panamericanos.
Tres son las modalidades de competencia en los campeonatos de escalada: Boulder, dificultad y velocidad. Cada una por su parte tiene unas normas pre-establecidas según sea femenino y masculino y dependiendo también de la categoría a la que pertenece.
"MIENTRAS ELLOS NO ESTÁN"

Con las manos entrelazadas en el cabello recién tinturado de quien está en el lavador, Yurley ha pensado infinitas veces como decirle a su familia que su nuevo novio tiene 20 años más que ella de 23. Con una hermosa sonrisa y dispuesta a realizar su mejor trabajo siempre está la rubia mujer que después de salir del colegio estudió en una academia en Bello y en adelante se dedicó a embellecer las personas.
Antes de las 6:00am, Yurley ya camina por las calles de la unidad Bosques de San Felipe, con su pelo mono de mechas casi blancas, una perfecta dentadura y ropa debidamente combinada: aretas rojas, camisa roja, sandalias rojas y bolso rojo. Entra como toda una diva.
“Siempre tan arreglada ¿cómo haces a esta hora?”. La casa 123, la única con estatus comercial, convertida en centro de estética abre sus puertas para quienes quieren estar bellos. Astrid fue la primera en llegar esta mañana, barre, trapea, sacude, dobla las toallas secas y saca la basura mientras llega la primera clienta de las 50 aproximadamente que visitan Esbeltas un viernes.
Cuarenta años tiene Astrid, de los cuales trece ha trabajado aquí, los rumores dicen que es la más habladora de las cinco trabajadoras. “Buenos días doña Patricia, ¿quiere aromática o espera el tinto que apenas se está haciendo?” “lo espero”, se acerca al baño saca una bata negra del mismo material que su uniforme blanco y con el logo de Esbeltas bordado en la parte superior, se la entrega a Patricia para que se cambie.
El olor a café, mezclado con el color touch y el agua de 10 o de 20, que se usa dependiendo del color y el tipo de pelo de la clienta comienzan a invadir la casa 123. Astrid aplica la mezcla a Patricia y cuenta diez minutos para que el champú color haga efecto. Mientras que apresuradamente se lava su rubio cenizo en el lavador y con agenda en mano hace la lista de citas para llevar a la portería.
“Si buenas, por acá en la portería está doña Estella”, “Yurley llegó doña Estella”. La joven rubia sale del baño ya tiene el uniforme puesto, una camisa, un pantalón blanco de tela impermeable, zapatos blancos de plástico y también el logo bordado.
Doña Estella es transportadora de niños de colegio, soltera y con una figura menos robusta que hace tres meses, gracias al tratamiento de 500mil pesos que compró aquí. “Si, ella siempre es así, llega acosando pero ya la conocemos y somos puntuales con ella”, “¿doña Estella tiene el cabello sucio?”. Yurley la lleva al lavador, le pregunta que si no se está aplicando ningún tratamiento, le recomienda el Masque un producto de Sebastian de la línea de WELLA. “Ahorita le dice a Deisy que se lo apunte, está a 79 mil pesos”.
Enjuaga el pelo corto de la señora, descuelga una de las toallas del patio trasero, donde hay otro tipo de sala con sofás y en el centro el bloque de las revistas: Jet Set, Tv y novelas, Tú, Fucsia, Caras, que arriba escrito en un sticker blanco tiene la subscripción: “Janet Cuartas Arboleda. Cra. 53 #29ª-30 (Interior 123). La Florida, Bello.”
“¿Con las puntas hacia arriba o liso?”, enciende el secador rosado con el que siempre trabaja y del stand morado que sale de uno de los tres espejos que están en la antesala de la 123 agarra uno de los cuatro cepillos azules. “El más grande es para los pelos más difíciles y abundantes, el que sigue, ese el más pequeño para la capul más que todo. Los otros dos, uno para parar las puntas y otro para encresparlas”.
A Patricia el tinte ya le revivió, Astrid le enjuaga el cabello y la sienta en otra de las sillas moradas, enciende el secador y comienza a cepillarla “¿doña Patri y para donde va hoy tan elegante?”, “para el hueco a comprar mercancía y por la noche a tomarme unas cervezas con unas amigas, porque si voy a esperar a que mi flamante esposo me saque, mmm…”. Astrid mueve la cabeza acertando lo que la clienta dice. Al fin y al cabo ella piensa que cuando los hombres están de novios son una cosa, se casan y cambian totalmente, “a mi no me sacan desde que nació Miguel Ángel”.
El sonido de los dos secadores encendidos, el olor a café y la frialdad del día ponen más calladitas a las trabajadoras que por ser inicio de fin de semana trabajan más horas, hasta tarde de la noche. “La idea es atenderlas a todas para que estén bonitas” o por lo menos eso siempre lo repite Deisy Cuartas la administradora que no llega si no hasta las 9:00am.
Al igual que Esbeltas, la unidad ya ha empezado a despertar y con ella las habladurías en la casa 123, ubicada en la esquina de la primera de las dos cuadras de la urbanización, con ventanas sin cortinas y abiertas durante catorce horas al día. Pocos escapan de pasar cerca de ella sin que un comentario sobre ellos retumbe en la antesala o en el primer cuarto del centro estético.
Muchos en Bosques de San Felipe son clientes de Janet, la dueña de Esbeltas que vive en la unidad hace quince años, trabaja en ésta hace catorce y ha hecho seminarios de alta peluquería en París y Argentina. Los que no son sus clientes, son sus peores enemigos en las asambleas que quieren clausurar para siempre este negocio de actividad comercial en la unidad.
Janet tiene 43 años, una cirugía de senos, de cadera y dos de lipo, una antes de su segunda hija de tres años y otra después de ésta. Wilson es su esposo, un hombre atractivo, simpático y coqueto que ha generado más de un chisme por otras mujeres y no precisamente falsos. Es una mujer con carácter, pero hoy al entrar a su negocio parece otra, su mirada es triste y tiene la nariz y los ojos rojos de llorar y su pelo peor que siempre.
Ayer la Secretaría de Sanidad visitó el establecimiento, tras recibir una carta de la administradora que vive a dos casas, en la que justificaba que el establecimiento perjudicaba a los habitantes de la unidad. “Me salvé por estar en la 70, arreglando la entrega del local, es que ni siquiera los anunciaron por el citofono, la administradora estaba en la portería y los dejo entrar”.
Pero este es tan sólo uno de los problemas que en lo que lleva el 2009 ha tenido Janet. Días atrás el nuevo vendedor de WELLA, uno de sus proveedores más fuertes, la llamo para cobrarle 30 millones de pesos en productos. Tres meses atrás había pagado al otro vendedor pero no tenía el recibo. “Yo confió en el otro vendedor…”
De guardar recibos, controlar las cuentas de los clientes que fían, pedir los productos, recibirlos, revisarlos, cancelarlos, cuadrar citas, escuchar sugerencias de los clientes, contestar el teléfono y hasta desmaquillar uñas cuando hay mucha gente está encargada Deisy.
Ella es hermana de Janet, administradora de empresas de la UPB y hoy la del desayuno. La semana pasada lo trajo Astrid, antes Janet invito y esta mañana arepita con quesito y huevitos revueltos les trajo la hermana menor de Janet. Porque como dicen entre indirectas no pueden esperar desayuno de Jenny que a duras penas tiene tiempo de pensar en sus dos novios y en la niña, que no es su hija si no que se la dejo la hermana por irse a vivir con el novio. Y ni de Yurley que tiene turnos muy seguidos durante el día.
Son las 9:00am, Deisy revisa que todo este limpio y si falta algo lo hace, o manda a una de las muchachas que no tenga turno todavía y haya llegado temprano. El horario de las trabajadoras depende de las citas, a excepción de los miércoles que hay turno en la mañana y otro en la tarde para ellas.
Jenny vive en Prado Centro, estudió enfermería y después cosmetología. A pesar de los 20 años que lleva viviendo en Medellín, su acento chocoano no ha desaparecido en lo más mínimo y cuando le preguntan por el novio su blanca dentadura responde todo. “¿Jenny ya organizaste todo?”, en sus ratos libres se sienta en el patio trasero donde está la otra sala, el palco de revistas y el hair spa, un aparato en forma de cabeza, que desespera a la mayoría de clientas y que acelera con temperaturas calientes el proceso de decoloración y tinturas.
Jenny es la única en el centro de estética que hace las limpiezas faciales, meso terapia, masajes de reducción, relajantes y depilación con cera. Los procesos más costosos de Esbeltas. Oscilan entre paquetes de diez sesiones de 400 y 500 mil pesos. De los cuales a Jenny le tocan 200 mil.
A las muchachas les corresponde un 40% de lo que hacen, independiente del proceso. “Nosotros ponemos los materiales, es que si los ponen ellas hay veces son de mala calidad. En otras peluquerías ellas ponen los materiales y se quedan con el 60%”.
Sonia la cuñada de Janet en compañía de Yurley hace el manicure y el pedicure. Astrid, Janet y también Yurley se dedican a los tintes, cortes y cepillados. De la cámara bronceadora está encargada Deisy que cuando no está es reemplazada por cualquiera de las muchachas que conocen el funcionamiento de esta.
Al llegar el medio día han entrado a la casa 123, más de 20 personas para darle turno a la belleza. Como es viernes Sonia también está trabajando, ella sólo trabaja de viernes a domingo, de lunes a jueves trabaja en su casa en Sabaneta. Hace quince días trabaja acá y es la segunda vez que trabaja con Janet. “Yo al principio no quería, ¡Janet no sabe separar lo laboral de lo familiar, lo mismo que Deisy!”.
“Las clientas apenas me están conociendo, ojala les guste porque Yurley es muy apetecida” Ahí esta Sonia en el primer cuarto de la casa, que es la zona de mani y pedi, tiene un tapabocas. Está sentada en una silla contra una pequeña mesa. Una toalla desechable, los esmaltes de masglo, el alicate, el corta cutícula, el removedor, el algodón, la piedra pómez y la crema exfoliante están sobre la mesa. Espera a doña Margarita para arreglarle las uñas.
En la habitación hay otra mesa igual donde trabaja Yurley. En frente un escaparate con productos de Ebel y de Victoria Secrets que vende Astrid y los esmaltes de Masglo que usan en Esbeltas. Afuera un stand más grande con productos de WELLA, de la línea Sebastian y SP exclusivos del negocio. “Mensualmente son facturas de ocho millones de pesos más o menos, todo depende del mes. En noviembre y diciembre aumenta”.
Doña Margarita tiene en el rostro una mascarilla azul, hidratante y desinflamante, acaba de salir de limpieza. Tiene falda corta para no manchar la ropa con el bronceador oscuro que usa para la cámara bronceadora. Mientras cuenta su exitoso viaje a Panamá y Aruba, Deisy pasa constantemente y le pregunta como va con Sonia, la nueva que extrae delicadamente con el alicate los cueros sobrantes de las uñas de Margarita.
Yurley mira con ilusión unas rosas casi marchitas que hay en la parte superior del escaparate, mientras espera que la joven elija el esmalte para maquillarle las uñas. “No sé quien me las trajo, no firmaron la tarjeta”.
Desde el primer cuarto se escuchan las voces altas de las mujeres que están cepillando o tinturando en la antesala. “Voy a comer con mi esposo, tengo que quedar hermosa, me voy a estrenar un straple negro con dorado”. “Ay a mi esposito si le toca arreglar la cocina por la noche, mientras yo duermo, yo le advertí desde el principio”.
La dueña de Esbeltas hoy no ha dejado de preguntarle a las clientas por su signo zodiacal, “los piscis son exageradamente infieles”. En la cocina Deisy prepara una tintura. “Deisy en vez de 50 mejor 60 centímetros, que este cabello me va a gastar más de la cuenta como siempre”. Janet insiste con lo de los signos. Le recuerda a su hermana que hay que quitar el cuadro de la mujer con la serpiente, un obsequio de SP. Viene Amparo que tiene fobia a las serpientes y se desmaya si lo ve, como ya pasó una vez.
Cantando los nuevos éxitos de Radio Tiempo, con una pequeña coca con arroz, carne y ensalada Jenny almuerza en el patio de atrás. Astrid mastica y mastica repollo y lechuga que ocupa la mayoría de su plato de almuerzo, mientras se queja de no poder ser tan relajada como los hombres, y que su marido no la recoja en el trabajo como lo hacía antes.
“Yurley la cita de las 3:30 de la tarde llamó a cancelar”, Deisy toma el teléfono y marca a la casa de Laura una de sus mejores clientas, le dice que puede ir ya porque encontró un espacio para que la cepillen. Mucha parte de su tiempo la dedica a abrir espacios en la agenda para quienes no piden cita con anterioridad y siempre están de afán como Laura. La otra parte la gasta vigilando a su novio con el que lleva diez años, que hace poco tuvo una aventura con una muchachita de la unidad.
Antes que llegue Laura, que le dicen: “ya” y llega diez minutos después, Yurley toma de la cocina su coca. Se sienta en uno de los sofás del patio trasero y cuando se mete la primera cucharada de comida, entra la cita. Sonia le hace el champú a Laura para que su compañera pueda almorzar. Laura siempre espera con paciencia a su peluquera. En tres años han construido una relación de amistad bastante cercana.
“Yo no me doy por vencido, yo quiero un mundo contigo, juro que vale la pena esperar y esperar…” la voz de Luis Fonsi se escucha en la última habitación. Dos camillas, la vacumterapia, la cera y una grabadora ocupan el lugar de trabajo de Jenny. Al lado en el cuarto más estrecho está la cámara bronceadora.
Un vaso de agua en mano, una pastilla que se puede reemplazar por jugo de zanahoria y el bronceador marcado con el nombre de la clienta, entrega Deisy a la mujer de senos grandes y curvas perfectas que acaba de llegar para su última sesión del mes.
El segundo cuarto, ubicado en la antesala está vacio los viernes, el médico va sólo los martes a realizar y revisar los procesos de adelgazamiento y botox. Rubén Darío Restrepo es el único hombre que ha trabajado en Esbeltas, contratado por necesidad. “Para evitarme procesos legales en los tratamientos de adelgazamiento que hago acá y darle seguridad a mis clientas”. Menos de un año lleva trabajando acá el doctor Restrepo y ya tiene clientas fieles.
“Yo los respeto, pero no me gusta trabajar con ellos. Pelean con las parejas y eso es un problema que contamina toda la peluquería, en la 70 me pasó con el gay que trabajaba para mi.” Desde hace un mes Janet clausuró su negocio en la 70 para compartir más tiempo con Mariana su hija menor. Lo había subarrendado pero no funcionó por falta de dinero. “Sólo el mantenimiento de la casa en Laureles era de cinco millones de pesos”.
La tarde avanza acá donde estar bello es lo más importante, sin importar cuánto cueste, ni el tiempo, ni lo que duela. En la antesala dos mujeres. Una espera con gorro plástico que le hagan los rayitos, el proceso más largo de tintes. Otra espera por sus mechas magma, están de moda, son las más costosas, no tienen amoníaco, no dañan el cabello con los químicos como otras tinturas. Un niño sentado en un inflable rojo para darle altura, mueve la cabeza incomodo mientras Astrid lo motila.
En el primer cuarto otras dos mujeres esperan que les maquillen las uñas de las manos, mientras en una ponchera eléctrica remojan sus pies al mismo tiempo que los masajean. Atrás en el lavador alguien espera con el cabello mojado que Astrid se desocupe y la cepille. Deisy contesta el teléfono y programa más turnos, el pito del hair spa anuncia que han pasado 20 minutos, son las 6:30 de la tarde. La pelirroja que ya tiene la raíz negra y es el último turno ha llegado.
Las uñas de las dos señoras del primer cuarto están listas, el niño ha dejado de moverse y Astrid ya está en el lavador con él para quitarle los pelitos sobrantes. A la señora acalorada por el hair spa ya la pueden cepillar. Janet aplica el último tinte del día, mientras que Astrid cepilla. Yurley habla con la pelirroja que cepillará cuando suene el pito. Jenny pregunta la hora estresada por su niña.
Esbeltas va terminando de dar belleza por el día de hoy, el hair spa ha pitado de nuevo. El rostro de Yurley parece feliz porque es el último cepillado del viernes uno de los días más agitados a diferencia de martes y jueves en la mañana que le da tiempo de tinturarse, cepillarse y arreglarse sus propias uñas. Mañana será un día agitado, no sabe si descansará el domingo. Enreda el cepillo en la pelirroja y enciende el secador, mientras una a una de sus compañeras va saliendo.
Jenny se pone un saco de lana rojo sobre el uniforme, toma su bolso y se va mirando el reloj. Detrás sale Astrid corriendo porque de pronto no pasan más buses para Copacabana. Por Janet llegan sus dos hijas para irse a descansar. Deisy toma su bolso. Sale con su hermana, sus sobrinas y Sonia que hoy comerá con ellas. “Ya las alcanzo”. Sonia apaga el celular para no contestarle a su novio, con el que lleva nueve años y del cual se está cansando. Se despide de Yurley y baja a la casa de su hermano.
“Yurley mañana a las 7am para cepillar a Marta”. Hoy es la encargada de cerrar, termina de cepillar a la pelirroja. Aplica silicona en aerosol sobre el encendido color. Muestra a través del otro espejo como quedo su último trabajo del día. La clienta asiente. Le da los 64mil pesos. 50mil del retoque de la tintura que la primera vez le costó 120mil. 12mil del cepillado y 2mil de propina. Yurley se despide y sin perder detalle en quince minutos vuelve a transformarse en la diva bien peinada y bien vestida que hace catorce horas cruzó esa portería.
Bienestarina: ¿bienestar o necesidad?
Desde Octubre de 2007 al hogar comunitario que dirige Liliana no le llegaba bienestarina, hace apenas unos 15 días terminando el mes de febrero le llego el complemento, con la diferencia de que esta vez llegaron 21kilos a comparación de la tonelada y media correspondiente a 37kilos, que llegaba en el 2007; el problema dice Liliana: "es que se demoran para traerla, traen menor cantidad y después cuando sí la traen, traen un montón que no hay donde gastarla y por eso se vence, se pierde"
La bienestarina se constituye como un alimento complementario fortificado, con alto valor nutricional, que se ha convertido en el producto insignia del ICBF en los últimos años, quien por su parte entrega de manera gratuita el complemento alimenticio a los diversos programas que dirige con niños, madres lactantes, jóvenes y ancianos.
"El consumo de bienestarina es de uso diario, eso sirve para controlar el peso de los niños, aunque yo tengo un niñito que tiene tres años, en octubre cumple cuatro años que está pesando 25 kilos y diario se toma dos tazas de colada; igual tengo otros bajitos de peso pero porque son sietemesinos, no por desnutridos sino que tienen un historial y siempre han sido bajitos de peso", cuenta Liliana respecto al consumo de bienestarina en el hogar que maneja hace diez años.
Según la página Web del ICBF, y Liliana madre comunitaria, en los hogares comunitarios hay una dieta diaria (minuta), establecida por una nutricionista en la que se determina cantidad, tipo de alimento y asociación de éstos; la madre comunitaria debe seguir estrictamente la dieta con los niños, generalmente de 3 comidas que reciben los niños en el hogar: desayuno, almuerzo y algo, en dos de éstas, al interior de la ración para cada niño, hay siempre una cantidad de gramos de bienestarina, equivalentes a un número de cucharadas exigidas por la minuta.
Esta madre comunitaria acepta que no siempre utiliza la bienestarina como se lo exige la minuta, porque como ella misma explica a los niños los cansa el saborcito de harina, por ejemplo: en el chocolate y en la mazamorra.
Liliana aclara que no deja perder ni le da un mal uso a la bienestarina: "para mi el mal uso de la bienestarina es venderla, dejarla vencer y botarla, aunque a mi no me gusta utilizarla en todas las comidas", ella por su parte la regala si sabe que se le va a vencer, o que le llego otra cantidad sin terminar la cantidad de la anterior entrega. "Yo se la regalo al que la necesite o al que la quiera, eso si sin quitarle nada a los niños ni a los padres usuarios".
Los que si les quitan a los niños y demás usuarios del ICBF beneficiados por este complemento nutricional, son aquellos que dejan pasar los cuatros meses límites para el vencimiento de la bienestarina, pueda ser por falta del uso constante en la alimentación diaria de los programas vinculados al ICBF, o por descuido de quien administra el producto en el programa. Así mismo quienes comercian la bienestarina con fines lucrativos, como lo denunciaron algunos medios de comunicación nacionales el año pasado, el caso de la venta del producto Bienestarina Más, con el propósito de alimentar animales en el Chocó, están procediendo al uso indebido del alimento.
“Por la composición, la bienestarina se puede utilizar para alimentar marranos chiquitos, cerdos en las primeras etapas”, afirmó Carolina Mesa, Zootecnista y Profesora de
Los cerdos alimentados con bienestarina en el Chocó, en vez de los 500.000 niños colombianos con desnutrición crónica, cifra que representa el 13% de la población infantil de América Latina (www.diariooccidente.com), se dan el lujo de alimentarse con el producto alimenticio complementario de precio más bajo por ración diaria, y con una de las mejores composiciones nutricionales en América Latina y los países del Caribe, según datos de un estudio elaborado por UNICEF.
Una ración diaria de
Mientras el ICBF solicitó investigación por posible uso indebido de bienestarina en el Chocó, cuenta Liliana: en el sector de Niquía cerca al hogar comunitario que ella maneja, fueron descargados por una volqueta algunos bultos de bienestarina, al interior del Cementerio San Andrés (Bello), según ella bultos ya vencidos, pero que sin importar, la gente del sector se llevaba para su casa. Éste suceso no fue comentado en ningún medio de comunicación nacional, a pesar de su importancia social y de la irregularidad para con el consumo de bienestarina.
Aproximadamente un millón de usuarios: niños, madres lactantes, jóvenes y ancianos atiende actualmente el Instituto de Bienestar Familiar, según un estudio realizado por el Centro de Investigaciones de
Se han incrementado las cifras en la producción y distribución de la bienestarina en los últimos cuatro años, en el 2006 según prensa y comunicaciones de la página Web del Instituto de Bienestar Familiar, y algunos medios de comunicación nacionales, como Caracol Radio, el Instituto incremento un 47% en la producción de bienestarina, porcentaje equivalente a 42 mil toneladas del producto.
A pesar de estas mejoras y de la cobertura alimenticia del ICBF a través de la bienestarina, según UNICEF en el país actualmente de cada 100 niños y niñas menores de cinco años, 13 tienen una estatura baja que no corresponde a su edad (desnutrición crónica) y siete de cada 100 niños y niñas menores de cinco años tienen bajo peso con relación a la edad (desnutrición global).